Alguien me
preguntó de dónde venía mi inspiración, refiriéndose
a mis acuarelas, y le respondí lo mismo que cuando
me cuestionan eso con los libros: "las descargo".
Cuando estoy
con una obra de destalles, ya sea una casita típica,
un castillo, un paisaje o una figura humana, lo hago
despacio, copiando la foto, con la mayoría de
detalles hasta donde me sea posible, o quiera en ese
momento.
Cuando estoy
con un abstracto me dejo llevar. Apago los detalles
de mi cabeza y siento que la obra se está
descargando de la nube, como si algo más grande que
yo estuviera guiando mis pinceles orientales, y
necesitara expresarse, para algún día estar en la
pared de la casa de alguien que pueda disfrutarla,
ya sea porque la compró, se la regalé o la obtuvo
por medio de una acción benéfica.
Me dejo llevar
tratando de ser parte, o instrumento, del baile
acompasado del pigmento y el agua, que lo lleva por
el papel, creando manchas y veladuras, como así lo
quiera, para llegar a un resultado deseado.
Incluso, podría
atreverme a decir que cuando estoy con un abstracto,
y "me despierto", o tomo consciencia, de lo que
hago, el resultado deja de ser un mensaje o un
estado de ánimo, y muchas veces llega a no gustarme
tanto.
Sé que no es mi
consciente el que pinta, pero me pregunto si será
algo desde el subconsciente que he alimentado en el
transcurso de mi vida, o si es el inconsciente que
lo hace por memoria genética. No lo sé. Si lo
descubro te aviso.
Vinicio Jarquín.
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